La noche, siempre ha tenido la particularidad de
mostrar la cara oculta de las personas. El alcohol y el cigarrillo no dan a la
espera para ser ingeridos por los jóvenes y adultos un viernes cuando el reloj
marca las 10:30 de la noche. El cielo amenazaba con dañarle la fiesta a más de
uno, sin embargo, yo solo tenía una consigna:
conocer el bar Carpinteros Club.
El Callejón Ancho estaba solo, sus residentes ya
habían cerrado sus casas y solo paseaban por la calle un par de perros, pero
Carpinteros Club se encontraba listo para engalanar la noche con música emitida
por el Súper Sónico, una imitación miniatura de uno de los picós que sonaban
tradicionalmente en el barrio. Yo llevaba una falda corta, una blusa negra con
rallas blancas y tenis para tener la comodidad de “azotar baldosa” al ritmo de
la salsa y la champeta.
En la entrada del lugar estaba Davinson Gaviria
pájaro, tiene unos 40 años, alto, de piel
morena; lleva una camisa azul desabrochada, jeans y tenis. Davinson, es el
presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Getsemaní y dueño del bar. Le
pedí al mesero una botella de whisky para tomar durante la noche, y mientras el
mesero me atendía le pregunté a Gaviria sobre el lugar, “Carpinteros
club se fundó hace 5 años, la idea nace del campeonato de bola de trapo que se
realiza en la avenida del Pedregal y el nombre sale precisamente del equipo, es
un equipo conformado por carpinteros, yo soy carpintero, esto aquí antes era un
lote y después que terminábamos de jugar nos veníamos para acá y nos poníamos a
refrescarnos, a tomarnos algo. Luego de un tiempo a mí se me dio la idea de
montar un negocio, y poco a poco lo fui trasformando” me dijo él, mientras me
daba un recorrido.
El lugar da la sensación de estar en una calle más de
Getsemaní, en sus paredes anaranjadas y verdes hay faroles, murales, mensajes
de personas que han ido al lugar, 3 premios del campeonato Getsemaní Activo de
bola de trapo, y lo que más me llamó la atención, las fotografías que hay por
todo el lugar. “Un amigo que me ayudó a montar el negocio, con él se nos dio la
idea de colocar fotos de gente del barrio que vivía y que ya no, inicialmente
solo teníamos una sola tabla de esas con fotos, pero después la misma gente
comenzó a traer sus fotos porque querían estar allí” me comentó Davinson al ver
mi cara de niña en dulcería mientras observaba las fotos.
En el bar comenzó a sonar Willie Colon y Hector Lavoe
con su “Che Che Cole” “Vamos todos a
bailar al estilo africano si no lo sabes bailar yo te enseñaré mi hermano…”
y ese fue el detonante para que las personas que estaban allí, propios y
turistas, salieran de sus sillas de madera y empezaran a bailar. El sitio tiene
muchos elementos característicos de una caseta; la música, el precio del licor,
el sonido y las mesas. Ha servido como lugar de encuentro e intercambio
cultural. “La ambientación de Carpinteros club es lo más parecido dentro del
Centro histórico a una caseta o verbena” asegura Gaviria Pájaro, o “El Presidente”
como lo han llamado varias personas del lugar al saludarlo.
En la mitad de la pista había unas turistas, altas,
blancas, dos de ellas vestían shorts, blusa de tiras y sandalias y la otra un
vestido corto de flores. Trataban de bailar salsa, eran algo torpes, no iban al
compás de la música. Unos señores que estaban en frente de mi mesa algo gordos,
de unos 45 años y que vestían guayabera, comenzaron a burlarse al verlas, sin
embargo, fueron los mismo que con un par de canciones y tragos después las sacaron
a bailar el resto de la noche.
Miré la hora en mi celular, eran las 2:30 de la
madrugada. Davinson se acerca a mi bailando con un par de Club Colombias en sus
manos y mientras me brindaba una se sentó a mi lado y me dijo, “hoy la noche
esta buena y es que de un tiempo para acá los viernes son el mejor día. Antes
eran los domingos”. Se empinó la cerveza y antes de que se la terminara le
comenté que el precio del trago en el bar era económico con respecto a los
otros bares del Centro Histórico, a lo que me respondió, “pues esa es la idea,
que la gente del barrio, de Cartagena y turistas disfruten de un buen sitio,
agradable, cómodo, fresco y accesible para consumir. Con lo que tú gastas en
una noche en bar por la torre del reloj, vienes dos o tres veces a Carpinteros
Club”.
En medio de “El gran varón” de Willie Colón, se
escucharon una fuerte algarabía. Gaviria y yo volteamos algo azarados porque
pensábamos que era una pelea, pero eran un par de señores, algo pasado de
tragos, que estaban imitando la canción, “al extranjero se fue Simón, lejos de casa se le olvidó aquel sermón, cambió la forma de caminar usaba falda, lápiz labial, y un carterón…”. Quienes
los rodeaban gritaban eufóricamente para darles ánimos y siguieran con su show.
Fijé mi mirada con la de Davinson, nos burlamos de la situación y me dice,
“aquí no se forma pelea, lo máximo que ha ocurrido fue una vez un par de
señoras borrachas que se cogieron a puño y se halaron los pelos por un gordo,
chiquito y feo. Eso fue hace rato, cuando no había techo y aún funcionaba la
carpintería acá”.
Justo cuando el alcohol ya había hecho efecto a eso de
las 4:00 de la madrugada y nadie se quiere ir, el dj le bajó a la música,
prendieron las luces y el presidente dice que ya van a cerrar, “esto fue todo
por hoy, gracias a todos por venir y los espero mañana desde temprano para que
azoten baldosa al son del Súper Sónico con su amiga, su amante o su
mujer”.